Según las antigüas leyendas, durante el siglo XlV y cerca de las montañas, vivió en un castillo un hombre corpulento, con las barbas hasta el pecho, piel morena y fuerza descomunal. Un caballero de capa y espada y, además, excepcional jinete: Alfonso de Viq.
Poco se sabía de su procedencia y aún menos de su ser, mas que heredó la fortuna de su padre, quien fuera uno de los mejores caballeros de su época, y responsable de darle formación excepcional para que luchara siempre por el bien y la justicia. De tal manera que el hidalgo gozaba de una educación tan ostensosa como sus riquezas.
Alfonso de Viq rara vez se relacionaba con los villanos, dedicaba sus días a hacer largas cabalgatas persiguiendo su "misión", la cual, según los rumores, empezó a causa de la locura por una mujer.
Gilis, hija del Rey Carlos, un jerarca infame y conocido por su crueldad y charlatanería, era una doncella tan hermosa como gallarda: de dorados cabellos como el oro, ojos de un verde profundo como el bosque y una piel tersa y blanca como la luna. Al ser hija única, su padre, con quien compartía la mayor parte del tiempo, le había enseñado tenazmente el arte del combate, por lo que desde temprana edad destacó por su destreza y habilidad en el campo de batalla.
El Rey, por su forma de ser ya mencionada, había cultivado a lo largo de los años muchos conflictos con varios otros jerarcas, a quienes, en su mayoría, les había jugado sucio y mofado en sus caras, de modo que no es de extrañar que quisieran acabar con él y su familia.
Consiente del peligro y el casi inevitable hecho de que asesinos a sueldo les serían enviados, el Rey ingenió un plan para proteger a su hija, y más tarde unirla en matrimonio con el Príncipe Felipe, hijo de su aliado más poderoso, pero antes debía hallar a algún tonto adinerado que cuidara a la Princesa en caso de que alguna tragedia le ocurriera.
Carlos se dirigió a su hija:
-Debes abstenerte de tomar cariño por ese hombre, pues eso lo podrás encontrar fácilmente en cualquier otro, mas no el poder y riqueza que nos dejará tu matrimomio con el Príncipe.-
A lo que ella respondió:
-No te preocupes padre, me mantendré firme de acuerdo al plan, ahora busquemos a quién podríamos engañar.-
Los candidatos que cumplieran las demandas del Rey eran pocos, ya que el desafortunado debía ser no sólo excelente guerrero sino que también poseedor de abundantes riquezas. Por lo que aprovechandose del amor desenfrenado que Alfonso tenía por Gilis, lo hicieron firmar un pacto en el cual estaba obligado a protegerla y amarla, bajo férreo juramento, hasta el último de sus días.
De Viq aceptó sin queja alguna, mas no era consciente del plan maquiavélico del Rey, ni al peligro al que se estaba exponiendo, el cual no se hizo esperar.
Gracias a su habilidad en batalla, y siendo la Gilis su compañera y motivación, vencieron a todo aquel que enviaran los frentes enemigos, lo cual hizo que poco a poco se convirtieran en un gran equipo de combate.
Ella empezaba a sentir algo por él, mas esterilizaba sus emociones con tal de apegarse al plan de su padre, recordando sus palabras:
"Piensa en las riquezas que te dejaría la Unión con el príncipe."
Y así fue...
Luego de que la batalla se inclinara a favor del Rey Carlos, una mañana ella escapó del castillo del caballero para volver a su hogar donde ya corrían los preparativos de su boda con Felipe, la cual fue breve pues un barco los esperaba en el muelle para llevarlos a su nuevo palacio.
Al enterarse de los eventos, Alfonso fue tras ella pero ya era demasiado tarde.
El barco había partido y con el, su amada Gilis.
De inmediato se dirigió donde el vil monarca para reclamarle y pedir una explicación: - ¿Qué has hecho con Gilis, charlatan? ¿A dónde la has enviado? -
A lo que éste respondió sin ningún empacho:
- Se ha ido a vivir la vida que merece, llena de riquezas. Tu sólo fuiste engañado para asegurar su protección. -
Destrozado por el dolor, De Viq se encerró en su castillo a idear un plan para recuperar a su musa, el cual sólo consistía en cabalgar y batallar contra los hombres que enviaba el Rey Carlos en sus intentos de acabar con él.
Por todos los pueblos y costas luchó, y en el ocaso se sentaba a orillas del mar, expectante y con la esperanza de ver llegar a la mujer que un día por la mañana de su lado arrebataron....
El tiempo pasó, y Alfonso siguió combatiendo y buscando a su princesa, pero aunque su alma recordaba aquel amor como el primer día, su memoria empezaba a fallar y, deteriorada, no era capaz de mantener su imagen más que por un breve momento.
Cuenta la leyenda que un día ella regresó, para hacerse cargo del trono que hacía un año había dejado desocupado su padre quien murió de viejo, además de no llevar la vida que ella esperaba tener, y tarde se enteró que no habría riqueza que se pudiera comparar a la atención que aquel caballero le dio.
Cuando volvió por él, mirándolo a los ojos le exclamó:
-¡Perdóname, Alfonso de Viq! Cegada por la codicia y el deseo material entregué mi vida al engaño, olvidando quien dio su corazón y vida por mi.
A lo que él contestó:
-"Mi corazón se entibia al verte frente a mi, mas en mi cabeza no existe memoria tuya. Por favor, ayúdame a recordarte"
Impactada y con lágrimas en el rostro, Gilis se marchó de inmediato hacia la cabaña de la sabia del pueblo, quien con mal genio la recibió.
Desesperada le pedía a la anciana algún remedio que ayudara a Alfonso a recobrar la memoria y así la amara de nuevo, a lo que esta respondió:
- No tengo el remedio que necesitas, pues el amor no puede ser inducido, pero te recomiendo que busques dentro de tu ser, esa pasión que avive su llama, y devuelva los recuerdos a su alma.
Al día siguiente, y pensando en lo que le dijo la sabia, la princesa Gilis se encaminó hacia la costa, donde con sus propias manos levantó un monumento dedicado al hombre que la cordura por su amada sacrificó, y en un barco, a la luz de la luna y mar adentro, con hermosos cantos su alma pudo volver a conquistar.
Recuerdos del Alma (Cuento)

Autor: David Víquez, guitarrista de Abäk.